Dicen que los seres humanos podemos mentir, ya que a diferencia de cualquier otro ser viviente, razonamos.
Así, podríamos sazonar nuestra ensalada de mentiras con un tinte de asombro y maravillarnos por la capacidad única de los hombres.
Si, señores, el homo sapiens es un mentiroso porque piensa.
¿Y el impulso "verdadero", ese escupitajo de sinceridad sin reparar en las consecuencias podría ser entonces un acto estúpido?
No. Jamás diría eso, porque, para bien o para mal, mi estúpida bandera de la sinceridad todavía busca tierra honesta donde clavarse.
Y al que le guste bien, y al que no también.
Sin embargo, ¿siempre es buena la verdad? ¿Y qué cuando no suma y la mentira no daña a nadie? ¿Las "mentiritas blancas", polite, las que mantienen el manto de misterio, la ilusión, son esas tan malas?
Esas nos mantuvieron un 24 de Diciembre esperando a las 12, llenaron el agua del tarro para los camellos, y pusieron tu diente bajo la almohada. Esas te hicieron creer en algo más.
Hasta que un día, sin más, dejamos de creer.
Y cuando eso pasa, mejor dicho, cuando el tiempo pasa, pareciera que dedicaramos más tiempo a sospechar que a confiar. A mentir y temer, incluso de las mentiras blancas.
Sería injusto maldecir a todas las mentiras que dañaron a esta Idiota. Sería ya inútil maldecir a la Idiota que se las creyó.
Asique simplemente voy a maldecir el día que deje de creer y mi cerebro esté tan quemado que no pueda enunciar una mentira más.
Vos también deberías. Empezando ahora.
For example: No te juzgo, pero tu pasado de fiesta es too much information. Voy a empezar creyendo que no escuché eso. Y voy a mentir omitiendo que tengo un pasado idéntico.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
jueves, 16 de septiembre de 2010
Capítulo 5 - In Fraganti
A nadie le quita el sueño una mala costumbre. Hasta que alguien repara en ella y, hasta por ahí, se la cuenta a todo el mundo.
Pepita se tiró un pedo en el aula. Robertito se metió el dedo en la nariz. Pedrito se rascó y después te tocó la cara. Martincito hizo pis en la pileta. Manuelita fue al baño, no se lavó las manos y tocó las galletitas.
El bien y el mal. Lo correcto y lo incorrecto. Lo que permitimos para nosotros mismos, lo que señalamos en el otro.
El permiso. Pareciera que las pequeñas malas costumbres propias nacen de pequeños autopermisos inocentes. Y así, el mismo dedo que hurga es el que señala.
¿Pero si salpiqué la tapa y no la sequé, merezco un hombre de tapa levantada? No. La Idiota espera algo mejor en el otro, lo que sabe que tampoco es ella misma, no por defectuosa, sino por humana. Y por humana, culposa.
Y entonces, en nombre de la balanza, no la hija de puta que dejó en evidencia 2 kilos nuevos, sino la otra, la justiciera, permite.
Y permite. Y revienta en permisos, porque el permiso se convierte en la nueva y renovada mala costumbre del otro. Y andá a sacársela, a poner puntos sobre las Íes,sobre las "T", sobre las "N"... Que mientras formás una línea perfecta de tantos círculitos suspensivos, un montón de dedos hurgones te señalan el error.
Aunque todos nos comimos los mocos alguna vez. Algunos simplemente no lo recordamos, otros a conciencia, lo negamos, otros ¿peor?, lo justificamos.
Pero algo es cierto, cuando la mala costumbre propia comienza a quitar el sueño, y la mala costumbre ajena no es consuelo, tal vez el punto más certero es el punto final.
Pepita se tiró un pedo en el aula. Robertito se metió el dedo en la nariz. Pedrito se rascó y después te tocó la cara. Martincito hizo pis en la pileta. Manuelita fue al baño, no se lavó las manos y tocó las galletitas.
El bien y el mal. Lo correcto y lo incorrecto. Lo que permitimos para nosotros mismos, lo que señalamos en el otro.
El permiso. Pareciera que las pequeñas malas costumbres propias nacen de pequeños autopermisos inocentes. Y así, el mismo dedo que hurga es el que señala.
¿Pero si salpiqué la tapa y no la sequé, merezco un hombre de tapa levantada? No. La Idiota espera algo mejor en el otro, lo que sabe que tampoco es ella misma, no por defectuosa, sino por humana. Y por humana, culposa.
Y entonces, en nombre de la balanza, no la hija de puta que dejó en evidencia 2 kilos nuevos, sino la otra, la justiciera, permite.
Y permite. Y revienta en permisos, porque el permiso se convierte en la nueva y renovada mala costumbre del otro. Y andá a sacársela, a poner puntos sobre las Íes,sobre las "T", sobre las "N"... Que mientras formás una línea perfecta de tantos círculitos suspensivos, un montón de dedos hurgones te señalan el error.
Aunque todos nos comimos los mocos alguna vez. Algunos simplemente no lo recordamos, otros a conciencia, lo negamos, otros ¿peor?, lo justificamos.
Pero algo es cierto, cuando la mala costumbre propia comienza a quitar el sueño, y la mala costumbre ajena no es consuelo, tal vez el punto más certero es el punto final.
lunes, 13 de septiembre de 2010
Capítulo 4 - Conjuntivitis
La Idiota insistió en rascarse el ojo enfermo, y se contagió el bueno.
Cuando aprendí conjuntos me enseñaron que aunque una totalidad era, aparentemente, absoluuuutamente diferente, de repente, dos conjuntos podían compartir una hermosa intersección, ese punto donde todo confluye en comunidad.
Así, como Idiota, sin saberlo, y como trasladé el 1+1 a la vida cotidiana, me llevé eso también.
Lo que no aprendí bien fue que no todos los conjuntos pueden (NI DEBEN) unirse, y ahí estaba yo, luchando contra las matemáticas, que calcen a mi capricho, para que el 1 se me clave como un puñal en la espalda, y el otro 1 me pase rozando por el cuello. Olee.
No es tarde si se aprende: Mal herida pero no muerta.
Y Matemáticas, a Marzo.
Cuando aprendí conjuntos me enseñaron que aunque una totalidad era, aparentemente, absoluuuutamente diferente, de repente, dos conjuntos podían compartir una hermosa intersección, ese punto donde todo confluye en comunidad.
Así, como Idiota, sin saberlo, y como trasladé el 1+1 a la vida cotidiana, me llevé eso también.
Lo que no aprendí bien fue que no todos los conjuntos pueden (NI DEBEN) unirse, y ahí estaba yo, luchando contra las matemáticas, que calcen a mi capricho, para que el 1 se me clave como un puñal en la espalda, y el otro 1 me pase rozando por el cuello. Olee.
No es tarde si se aprende: Mal herida pero no muerta.
Y Matemáticas, a Marzo.
lunes, 5 de julio de 2010
Capítulo 3 - El cuento de la buena pipa
Déjà vu
Así como un chiste malo puede resultar simpático y olvidable la primera vez, la segunda tiene efecto contraproducente.
Lamentablemente, por más que el enunciador cambie, la regla aplica. Y si hice la excepción, fue de Idiota. No te entusiasmes.
-"¿Querés que te cuente el cuento de la buena pipa?" -"No"
Yo no dije "No", dije si querés que te cuente el cuento de la buena...parace muchas veces que la historia se repitiera una y otra vez, y así infinitas veces hasta que todo alrededor pierde sentido.
No, mi alrededor sigue prácticamente igual, pero las que flotamos sin escalas a la catarata de lágrimas y preguntas existencialistas somos mi balsa y yo.
Con los años, de alguna manera, el detector de humo se va perfeccionando, y cada vez más rápido pueden despacharse remakes baratas de películas que ya incluso vimos y desechamos.
La pregunta del millón es, CÓMO ES POSIBLE que para cuando llegan los títulos del final, también llegue esa extraña sensanción de "mm.. esto me suena familiar".
Me cambiaron la música y me vendieron lo mismo.
Pero entonces, ocurre la magia. Porque a diferencia del entertainment que te va a acompañar los próximos meses de soledad, esta vez, lo tenés a Spliverga sentado al lado tuyo, totalmente convencido que ya la compraste.
OK, para la devolución del dinero será tarde, pero que ésta te la produzca tu abuela.
Para invertir está la bolsa. Y mi tiempo cotiza muy bien.
Así como un chiste malo puede resultar simpático y olvidable la primera vez, la segunda tiene efecto contraproducente.
Lamentablemente, por más que el enunciador cambie, la regla aplica. Y si hice la excepción, fue de Idiota. No te entusiasmes.
-"¿Querés que te cuente el cuento de la buena pipa?" -"No"
Yo no dije "No", dije si querés que te cuente el cuento de la buena...parace muchas veces que la historia se repitiera una y otra vez, y así infinitas veces hasta que todo alrededor pierde sentido.
No, mi alrededor sigue prácticamente igual, pero las que flotamos sin escalas a la catarata de lágrimas y preguntas existencialistas somos mi balsa y yo.
Con los años, de alguna manera, el detector de humo se va perfeccionando, y cada vez más rápido pueden despacharse remakes baratas de películas que ya incluso vimos y desechamos.
La pregunta del millón es, CÓMO ES POSIBLE que para cuando llegan los títulos del final, también llegue esa extraña sensanción de "mm.. esto me suena familiar".
Me cambiaron la música y me vendieron lo mismo.
Pero entonces, ocurre la magia. Porque a diferencia del entertainment que te va a acompañar los próximos meses de soledad, esta vez, lo tenés a Spliverga sentado al lado tuyo, totalmente convencido que ya la compraste.
OK, para la devolución del dinero será tarde, pero que ésta te la produzca tu abuela.
Para invertir está la bolsa. Y mi tiempo cotiza muy bien.
miércoles, 30 de junio de 2010
Capítulo 2 - Cortá el cordón umbilical o muere ahorcado
Se te ve muy chiquito desde acá arriba, baby.
Cuando era chica, muy, muy chica, mi mamá me enseñó a atarme los cordones. Es una de esas cosas que toda persona aprende y después las hace sin pensar. Automatizada. Mecánica.
No me acuerdo del primer moño perfecto, pero sí me acuerdo de cómo me gustaban unos "mordedores" con cara del Pato Lucas que amarraban el laburo de horas de intento.
Con eso no se te salían ni ahí.
Vuelvo al presente, y entonces me encuentro con otra triste realidad. Cuando dejás de mirar la vereda, para apreciar la visual, o simplemente por llevar la cabeza a otro lado es cuando llegan las malas noticas al zapato.
Y entonces, lo que el pasto no quita, lo empasta, y el sorete de turno estaba jugando a 2 puntas nomás.
De tanto jugar que se los ató mal y se cayó al precipicio. La otra lo dejó y yo también.
Te prestaría a mis Patos Lucas, amiguito, para que aprendas a apreciar tus pequeños grandes logros.
Pero, si de beneficiencia se trata, te doy el beneficio de la duda: DUDO QUE NOS VOLVAMOS A VER.
Cuando era chica, muy, muy chica, mi mamá me enseñó a atarme los cordones. Es una de esas cosas que toda persona aprende y después las hace sin pensar. Automatizada. Mecánica.
No me acuerdo del primer moño perfecto, pero sí me acuerdo de cómo me gustaban unos "mordedores" con cara del Pato Lucas que amarraban el laburo de horas de intento.
Con eso no se te salían ni ahí.
Vuelvo al presente, y entonces me encuentro con otra triste realidad. Cuando dejás de mirar la vereda, para apreciar la visual, o simplemente por llevar la cabeza a otro lado es cuando llegan las malas noticas al zapato.
Y entonces, lo que el pasto no quita, lo empasta, y el sorete de turno estaba jugando a 2 puntas nomás.
De tanto jugar que se los ató mal y se cayó al precipicio. La otra lo dejó y yo también.
Te prestaría a mis Patos Lucas, amiguito, para que aprendas a apreciar tus pequeños grandes logros.
Pero, si de beneficiencia se trata, te doy el beneficio de la duda: DUDO QUE NOS VOLVAMOS A VER.
lunes, 19 de abril de 2010
Capítulo 1 - Composición de una Idiota
"Una idiota se compone de sangre, sudor y lágrimas"
Aprendí a andar en bicicleta a los golpes, como si supiera de antemano que así aprendería el resto de mi vida.
Por eso, no fue extraño que una tarde, volviendo de la Colonia de Vacaciones, y jugando al Mortal Combat en la calle, una patada en la ingle me declarara Señorita.
No lo sabía. Y acusé al agresor de haberme hecho perder sangre por tremendo golpe.
"Ay, sos señorita", exclamó mi madre emocionada ante el bombachón de corazones manchadito.
Qué corno significaba eso, no lo sabía. Pero sospeché que no era nada bueno.
La cosa se puso mejor cuando entró mi papá a mi habitación, y me dijo "Bueno, ahora que sos Señorita, tenés que conocer tus nuevas responsabilidades". ¿Responsabilidades? ¡La puta madre! ¡Tengo 11 años!.
Tal vez a los 13-14 años se ponía bueno que te crezcan las lolas, si crecían.
Pero en plena infancia, sólo significaba una cosa: Quedarme afuera de la pileta con los piojosos.
Así, cambié el amor a la Colonia de vacaciones, por Impulse y mirar como una Idiota desarrollada al seductor de aquel entonces, un escuálido, de pelo super lacio que se hacía el reo.
Seguramente si hoy me lo cruzo, del pelo lacio queden 2 enormes entradas, y un pelo corto babita por atrás.
Pero 2 cosas no cambiaron: El reo siguió siendo sexy, y yo seguí tan idiota como siempre.
Aprendí a andar en bicicleta a los golpes, como si supiera de antemano que así aprendería el resto de mi vida.
Por eso, no fue extraño que una tarde, volviendo de la Colonia de Vacaciones, y jugando al Mortal Combat en la calle, una patada en la ingle me declarara Señorita.
No lo sabía. Y acusé al agresor de haberme hecho perder sangre por tremendo golpe.
"Ay, sos señorita", exclamó mi madre emocionada ante el bombachón de corazones manchadito.
Qué corno significaba eso, no lo sabía. Pero sospeché que no era nada bueno.
La cosa se puso mejor cuando entró mi papá a mi habitación, y me dijo "Bueno, ahora que sos Señorita, tenés que conocer tus nuevas responsabilidades". ¿Responsabilidades? ¡La puta madre! ¡Tengo 11 años!.
Tal vez a los 13-14 años se ponía bueno que te crezcan las lolas, si crecían.
Pero en plena infancia, sólo significaba una cosa: Quedarme afuera de la pileta con los piojosos.
Así, cambié el amor a la Colonia de vacaciones, por Impulse y mirar como una Idiota desarrollada al seductor de aquel entonces, un escuálido, de pelo super lacio que se hacía el reo.
Seguramente si hoy me lo cruzo, del pelo lacio queden 2 enormes entradas, y un pelo corto babita por atrás.
Pero 2 cosas no cambiaron: El reo siguió siendo sexy, y yo seguí tan idiota como siempre.
lunes, 29 de marzo de 2010
Prólogo- De cómo se gesta una idiota
Alguien los presenta. Eso es muy 70's.
Se saludan, conversan, no se gustan al principio. Y un tiempo después terminan casándose.El amor se manifiesta de formas extrañas, dicen.
Y cuando se manifiesta y algo falla, llega el bebé al seno familiar.
XY, XX, un gen predomina, y el partero anuncia: "Es una niña". No, es una idiota.
Se saludan, conversan, no se gustan al principio. Y un tiempo después terminan casándose.El amor se manifiesta de formas extrañas, dicen.
Y cuando se manifiesta y algo falla, llega el bebé al seno familiar.
XY, XX, un gen predomina, y el partero anuncia: "Es una niña". No, es una idiota.
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