A nadie le quita el sueño una mala costumbre. Hasta que alguien repara en ella y, hasta por ahí, se la cuenta a todo el mundo.
Pepita se tiró un pedo en el aula. Robertito se metió el dedo en la nariz. Pedrito se rascó y después te tocó la cara. Martincito hizo pis en la pileta. Manuelita fue al baño, no se lavó las manos y tocó las galletitas.
El bien y el mal. Lo correcto y lo incorrecto. Lo que permitimos para nosotros mismos, lo que señalamos en el otro.
El permiso. Pareciera que las pequeñas malas costumbres propias nacen de pequeños autopermisos inocentes. Y así, el mismo dedo que hurga es el que señala.
¿Pero si salpiqué la tapa y no la sequé, merezco un hombre de tapa levantada? No. La Idiota espera algo mejor en el otro, lo que sabe que tampoco es ella misma, no por defectuosa, sino por humana. Y por humana, culposa.
Y entonces, en nombre de la balanza, no la hija de puta que dejó en evidencia 2 kilos nuevos, sino la otra, la justiciera, permite.
Y permite. Y revienta en permisos, porque el permiso se convierte en la nueva y renovada mala costumbre del otro. Y andá a sacársela, a poner puntos sobre las Íes,sobre las "T", sobre las "N"... Que mientras formás una línea perfecta de tantos círculitos suspensivos, un montón de dedos hurgones te señalan el error.
Aunque todos nos comimos los mocos alguna vez. Algunos simplemente no lo recordamos, otros a conciencia, lo negamos, otros ¿peor?, lo justificamos.
Pero algo es cierto, cuando la mala costumbre propia comienza a quitar el sueño, y la mala costumbre ajena no es consuelo, tal vez el punto más certero es el punto final.
jueves, 16 de septiembre de 2010
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2 comentarios:
jajaja muy buenos todos,una manera directa d mandar la estupidez humana y femenina al frente.t felicito
muy bueno el blog, saludos :)
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