La Idiota insistió en rascarse el ojo enfermo, y se contagió el bueno.
Cuando aprendí conjuntos me enseñaron que aunque una totalidad era, aparentemente, absoluuuutamente diferente, de repente, dos conjuntos podían compartir una hermosa intersección, ese punto donde todo confluye en comunidad.
Así, como Idiota, sin saberlo, y como trasladé el 1+1 a la vida cotidiana, me llevé eso también.
Lo que no aprendí bien fue que no todos los conjuntos pueden (NI DEBEN) unirse, y ahí estaba yo, luchando contra las matemáticas, que calcen a mi capricho, para que el 1 se me clave como un puñal en la espalda, y el otro 1 me pase rozando por el cuello. Olee.
No es tarde si se aprende: Mal herida pero no muerta.
Y Matemáticas, a Marzo.
lunes, 13 de septiembre de 2010
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